La agricultura regenerativa tiene como objetivo primordial mejorar la calidad del suelo y fomentar la biodiversidad en las zonas de cultivo mediante prácticas tradicionales. En esencia, abrazar la agricultura regenerativa significa volver a utilizar técnicas de cultivo que han sido empleadas durante siglos, pero que fueron relegadas con la llegada de la agricultura industrializada, marcada por monocultivos, el uso de herbicidas y la modificación genética de los cultivos.

Este regreso a las prácticas agrícolas del pasado no solo contribuye a combatir el cambio climático, sino que también preserva los ecosistemas que de otro modo serían degradados por el uso de fertilizantes químicos.

Con la agricultura regenerativa, el suelo recupera su estructura, se vuelve menos compacto y aumenta su contenido de materia orgánica. Esto, a su vez, mejora la capacidad del suelo para absorber el agua de lluvia, lo que previene inundaciones durante periodos de lluvia intensa y recarga las aguas subterráneas.

Agricultura Regenerativa vs. Agricultura Sostenible

La agricultura sostenible abarca un conjunto de técnicas diseñadas para mantener los nutrientes del suelo y preservar el uso de la tierra para las generaciones futuras. No obstante, la agricultura sostenible no se centra en la regeneración de los ecosistemas, sino más bien en mantenerlos en su estado actual sin causar un mayor deterioro. Muchas prácticas etiquetadas como sostenibles no logran reducir de manera significativa la degradación del suelo.

Para comprender mejor la diferencia, podemos tomar un ejemplo: un producto sostenible puede estar fabricado con materiales 100% reciclados y ser 100% reciclable, pero esto no necesariamente mejorará la calidad del medio ambiente.

La agricultura regenerativa no solo es sostenible, sino que también enriquece la tierra al mejorar su fertilidad mediante la restauración de la biodiversidad del suelo año tras año.

Mejores técnicas en agricultura regenerativa

Siembra Directa: Esta técnica, también conocida como labranza de conservación, implica sembrar y cultivar vegetales en suelos no arados, conservando los restos de cultivos anteriores. El arado tradicional puede dañar la estructura del suelo y aumentar la pérdida de nutrientes. La siembra directa, por otro lado, evita la erosión y mejora la salud del campo. Sin embargo, no todas las semillas son adecuadas para esta técnica; cultivos como el maíz, la soja, el girasol y la cebada son los más apropiados.

Aumentar la Biodiversidad: Plantar diversas variedades de cultivos en un campo o incorporar cultivos no utilizados con fines agrícolas, como flores beneficiosas que atraen a los polinizadores, aumenta la biodiversidad. Otras prácticas eficaces incluyen plantar árboles perennes y dejar pequeños montones de ramas secas a lo largo de los límites de los campos para fomentar la nidificación de la fauna.

Rotación de Cultivos: La rotación de cultivos es una práctica agrícola antigua pero a menudo olvidada. Consiste en dividir un terreno cultivado en varias partes (generalmente en cuatro secciones) y cultivar una especie diferente en cada sección cada año. Esta técnica mejora la fertilidad del suelo y aumenta la productividad sin la necesidad de utilizar fertilizantes químicos.

Cultivos Intercalados: Los cultivos intercalados implican el cultivo de diversas variedades de plantas en el mismo campo y durante el mismo período. Esto se puede lograr plantando filas de diferentes especies o mezclando completamente las semillas, especialmente cuando las especies tienen diferentes tamaños, como el maíz y las judías. Esta práctica limita la propagación de plagas y aumenta la productividad del suelo.

La agricultura regenerativa ofrece un enfoque prometedor para el futuro de la agricultura al promover la sostenibilidad y la salud del suelo mientras preserva y regenera los ecosistemas. Estas estrategias efectivas no solo mejoran la calidad de nuestros cultivos, sino que también contribuyen a un planeta más saludable.

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